El
repiqueteo de las primeras gotas de lluvia sobre el asfalto llenó el incómodo silencio
que había entre los dos jóvenes. Todos los transeúntes parecían haberse dado
cuenta de la incipiente tormenta que anunciaba, excepto ellos, más pendientes
de qué debían decir que de su intrascendente entorno.
-
Sophie, sé que quieres decirme -habló por fin, el chico, con el semblante
hastiado por lo cómico y, a la vez, triste de la situación-. No es como si nos
conociéramos desde hace poco y, además, una de tus virtudes es que tu mirada
transmite más que tus palabras.
-
Probablemente sea un defecto -musitó ella, hinchando las mejillas durante una
milésima de segundo de forma que fuera casi imperceptible. - Sinceramente no
recuerdo cómo ni cuándo empezó este sentimiento de vacío en mí respecto a
nosotros, dentro de la sinceridad que puede haber en unos recuerdos subjetivos.
-Su mente desconectó por unos instantes, divagando entre una corta proyección
de los momentos más felices de ambos, acompañados justo después de los más
amargos. Entonces se dio cuenta que ella nunca se había sentido completamente
llena a su lado, tenía esa sensación constante de ir detrás de sus huellas,
pisando con cuidado justo donde él acababa de pisar. Como si fuera una sombra,
sin serlo.
-
¿Tiene esto que ver con lo que solías decir últimamente de sentirte inferior a
mí?