It's only you stopping you.

jueves, 21 de septiembre de 2017

La subjetividad del infierno.

Tic, tac. Tic, tac. Las agujas del reloj se mueven de forma inevitable. El sonido regocijado de las manecillas de este parece recordar a cada instante lo cruel del presente. Pero hay momentos que algo tan incuestionable como el pasar del tiempo se vuelve incierto para uno mismo. Sobretodo cuando algo tan universal y limitado como un minuto resulta subjetivo.

Tic, tac. Tic, tac. Mis pensamientos rebotan en mi mente de forma incesable. Por qué algo que es mío se torna indomable. Cuando la consciencia deja de sentirse como algo propio, ¿qué es? ¿Quién soy? Me asaltan las dudas una a una, me siento una extraña invadiendo un ente ajeno que reclama su propia realidad.

Tic, tac. Tic, tac. Parece que fue ayer cuando aún podía controlar mis sentimientos, mis pensamientos. El ayer de forma subjetiva, porque la verdad es que es tan lejano que es apenas visible como algo tangible en mis recuerdos. Al mirar atrás la distancia es abrumadora pero la lentitud del día a día desgarra la sensación de realidad. 

Tic, tac. Tic, tac. Si se acaba el día, ¿quién seré mañana?

viernes, 16 de junio de 2017

Recuerdos inamovibles.

El repiqueteo de las primeras gotas de lluvia sobre el asfalto llenó el incómodo silencio que había entre los dos jóvenes. Todos los transeúntes parecían haberse dado cuenta de la incipiente tormenta que anunciaba, excepto ellos, más pendientes de qué debían decir que de su intrascendente entorno.

- Sophie, sé que quieres decirme -habló por fin, el chico, con el semblante hastiado por lo cómico y, a la vez, triste de la situación-. No es como si nos conociéramos desde hace poco y, además, una de tus virtudes es que tu mirada transmite más que tus palabras.

- Probablemente sea un defecto -musitó ella, hinchando las mejillas durante una milésima de segundo de forma que fuera casi imperceptible. - Sinceramente no recuerdo cómo ni cuándo empezó este sentimiento de vacío en mí respecto a nosotros, dentro de la sinceridad que puede haber en unos recuerdos subjetivos. -Su mente desconectó por unos instantes, divagando entre una corta proyección de los momentos más felices de ambos, acompañados justo después de los más amargos. Entonces se dio cuenta que ella nunca se había sentido completamente llena a su lado, tenía esa sensación constante de ir detrás de sus huellas, pisando con cuidado justo donde él acababa de pisar. Como si fuera una sombra, sin serlo.

- ¿Tiene esto que ver con lo que solías decir últimamente de sentirte inferior a mí?

En el presente, Sophie, tumbada en su cama, recordó cómo en ese momento esa frase dejó su mente en blanco, un chasquido de dedos suficiente como para apagar todas las luces que iluminaban su consciencia. 

lunes, 29 de mayo de 2017

Mi vacío existencial

No recuerdo en qué momento empecé a sentirme así, sólo sé que un vacío se formó dentro de mí. Podría ser similar a la indiferencia, pero con la variable de que no era capaz de sentir nada descriptible. ¿La ausencia de sentimiento es una emoción en sí? Lo desconozco, lo único de lo que tengo constancia es que desde entonces no hay nada que haya podido llenar ese vaso vacío. Lo que solía divertirme, lo que me hacía feliz, lo que me abstraía resultan sólo en pasatiempos momentáneos. No me llena, no me hace sentir, no siento, sólo es un engaño, un espejismo que me hace creer durante instantes que eso ya no está en mí. Pero, por si lo olvidaba, cada vez aparece en mi mente de forma más intensa.

Similar a un huracán, pero de abstracción. Puede aparecer en cualquier instante, en cualquier sitio, no es como si se molestara en pedir permiso. Su arrogancia va más allá de lo que uno pueda querer. Aunque, de forma subjetiva en este caso, lo peor es la nostalgia. Como definición, sentir pena por la ausencia de algo. Nostalgia de no-vacío. ¿Cuándo nació esto en mí? No podría responderlo. Pero podría responder con una rapidez asombrosa cuándo no me sentía así.

Sin embargo, y arriesgándome a que suene irónico, ya no sabría ser yo sin mi nada. Una relación simbiótica parasitaria que terminó en mutualismo. Quizá sería exagerar, comensalismo permitido sería más afín. Te quiero y te odio a partes iguales, mi relación más tóxica. Mi vacío existencial. 

jueves, 8 de diciembre de 2011

Lo verdadero.

Me sonrió y siguió comiendo. Athan… qué escondes debajo de esa sonrisa. Algo debes tramar, algo hay en tu mente que no me produce buenas vibraciones. Algo más allá de lo que yo pueda imaginar.

-Muchas veces me he preguntado qué pasaría si el mundo se destruyera –empezó él-. Si se extinguiera toda raza exceptuando dos especies. Las más fuertes, las más feroces. Cuán más primitivas mejor. Y que tuvieran que luchar entre ellas para conseguir comida, para conseguir llegar más allá de la extinción masiva. Me pregunto si los humanos seríamos este tipo de supervivientes.

-Te aseguro que no –sentencié.

-¿Por qué no? Somos la especie más inteligente.

-No a nivel primitivo. Imagínate que nos destruyen todo lo que conocemos actualmente como mundo, no quedaría nada, tendríamos que luchar para conseguir lo que queremos. Apenas sabemos luchar, no sabemos desgarrarnos la piel, destrozarnos los huesos y seguir luchando. Eso no es instinto animal. Nos han adiestrado como han querido –bebí un poco del agua de mi vaso-. No seríamos más que un aperitivo para los demás, si eso pasara. No somos lo suficientemente valientes como para arriesgar nuestra vida por los demás.

-¿Demasiado egoístas quizás?

-Quizás –alcé los hombros-. Pero demasiado simples, eso seguro.

-¿Por qué simples? Sigo pensando que no es así, somos la especie más inteligente y más evolucionada.

-No a nivel carnal –solté un largo suspiro, no había manera de razonar eso para que le entrara en la cabeza-. Hoy en día, para sentirnos seguros de nosotros mismos necesitamos, por ejemplo, un móvil que nos haga todo lo que no podemos hacer nosotros, que sea capaz de expresar lo que sentimos sólo con tocar algunas teclas. Es más fácil escribir que decir, pensar que demostrar, jurar que actuar. Por eso, somos demasiado simples. Nos centramos en cosas que no necesitamos, les damos importancia a objetos que deberían ser usados, y acabamos usando a quiénes deben ser amados. Ese es el gran problema que tenemos y que tú, probablemente, nunca llegarás a comprender, querido Athan.

-¿Es eso una indirecta negativa?

-Sólo si te sientes aludido por ella.

-No lo hago –dijo, con firmeza.

Demasiado simples, repetí en mi cabeza. Ese es el problema de la mayoría. No hablo de perfeccionismo, ni tampoco de complejidad, más bien de simplismo por abandono de los sentidos. No necesitamos esforzarnos para nada, nos lo dan todo hecho, y ahí es donde empieza nuestra involución.

martes, 6 de diciembre de 2011

Lo imperceptible.

Y así pasaron las horas. Entre clase y clase, notaba como su mirada se clavaba en mi espalda. La notaba recorrer mi espina dorsal, arriba y abajo. Sin cesar. No sabía qué querría de mí, si realmente era una cita o sólo una excusa más para reírse de mí. En breves lo sabría.

Las clases ya habían terminado, y todo el mundo se estaba yendo. Cogí mi bolsa y alguien me cogió de la coleta suavemente.

-No huyas –sonrió.
-No iba a huir de todos modos.
-Quién sabe –murmuró-, no sería la primera vez que me dejan plantado, así que. No me lo tomaría a mal.
-He dicho que tampoco iba a hacerlo.

Ahí concluyó la conversación hasta que llegamos al lugar más cercano donde la comida resultaba más o menos apetecible y eran algo más que grasas sobresaturadas. Pese a eso, el silencio duró poco.

La gente no entendía que un silencio no eran minutos perdidos. Al contrario, un silencio a veces sentenciaba mucho más que unas palabras. Un silencio se transformaba súbitamente en una destrucción masiva. Y sin embargo, resultaba un apocalipsis producido de la nada.

domingo, 23 de octubre de 2011

Relativamente

Felicidad.

¿Qué es la felicidad? ¿Qué es realmente sentirte feliz?

¿Un sentimiento altamente volátil, es capaz de hacerte... feliz?

No lo sé. La felicidad viene y va, como una noria. Te sientes en la cumbre, y bajas en picado al acecho de la oscuridad. Y luego sin pensarlo, sin quererlo, vuelves a subir. Y estás arriba, te mantienes a flote más o menos tiempo, y vuelves a bajar. Es un círculo vicioso.

Y sin embargo, te obstruyes en tu mente esos recuerdos que te hacen desaparecer de lo que llamarías la tranquilidad absoluta. De lo que llamarías estar bien. Cosas relativamente relativas, relativamente sin sentido.

No puedo dejar de ser feliz, no puedo dejar de estar triste.

No puedo dejar de ver el sol, no puedo dejar de vivir en la penumbra.